Oliver, Encuentros en el Vacío
Considero indispensable – para tener opinión de la obra de un artista - conocer cómo y dónde nace. En el caso de Perry Oliver este proceso me resultó fascinante, por extraordinario.
El taller de este americano escultor traspone Frigiliana “dos kilómetros y pico, y, a la izquierda, un carrilito asfaltado…”.
Estamos en los altos orientales de la Axarquía, en un paraje donde los maquis libraron sus últimas batallas antifranquistas. Donde riscos y balates se suceden preciosos y peligrosos, donde el silencio, la luz y la brisa se dejan caer hacia la bajamar de Nerja, allá en el fondo del paradisíaco panorama.
Pues, allí, “bajando por el carrilito asfaltado”, un puro y bello remanso, próximo a la casa es su particular sala de exposiciones. Entre limones luceros, romero, palmitos y acebuches aparecen soberbias, imperturbables, las últimas esculturas de la producción de Oliver, integradas – sencilla y naturalmente - a este ámbito: son hijas de allí.
Este americano de Pensilvania abandona su profesión de “designer” y, después de una gran peripecia viajera, recala en Nerja, donde establece su ya clásico estudio de grabado y estampación. Su obra gráfica, importantísima en su evolución escultórica, se decanta velozmente hacia un análisis informal de los volúmenes que vienen sugeridos por formas ancestrales y, a su vez, por la validez intelectual de sus precedentes. El toro y la corrida fueron llevados a estilizaciones de gran belleza, al filo de lo informal. La serie “VOZ 2”, de Jasper Johns, o Robert Motherwell, en su “Elegía a la República Española”, pueden ser un referente indicativo que nos guíe, con atención y cuidado, a la comprensión de este momento estético en la obra de Oliver.
Sus estudios posteriores ensamblaron simple y magistralmente círculos y formas hasta el punto de intuir con claridad la necesidad de una nueva dimensión. Solo el alto y el ancho constreñían y mediatizaban al artista, hasta el punto de buscar en la escultura y su espacio una nueva ubicación expresiva.
En este corto tramo de tiempo, Oliver afronta la tarea de adaptar-cambiar su concepto plástico creativo a una nueva y obligada experiencia vivida solo en teoría. Pasar de la plancha, el papel y la tinta al hierro, el golpe, el fuego, el óxido y las pátinas de acabado es complicado, pero no traumático para un artista que posee a raudales dosis suficientes de seducción, esfuerzo físico y talento.
En su serie “Vínculos”, el primero del año 2000, más “Vínculo primogénito”, “Obsesión desorientada” y “Mirilla”, todas de 2005, hasta “Vínculo desnudo” y “Filo de perfil”, ambas de 2006, son obras que irrumpen contundentemente, señalándonos el camino y el mundo poético elegido y afrontado por Oliver.
Consecuencia de ello y de un delicado estudio evolutivo, el escultor nos propone la serie “Resonancias”, de 2009, donde la materia se alza y se fracciona en exquisitos giros casi surreales, para llegar al grupo “Vínculo de mariposa”, 2009, donde la estilización del insecto juega limpia y sugeridora entre los ritmos en el hierro, trabajados, dominados y oxidados.
–“Un museo sin individuo, no me interesa”. Confiesa Oliver.
–“Una idea, una vez que la siento, persigo su eco, la acerco y la hago mía…”.
– “Estoy más entero, más sano, más vivo, veo espléndido trabajar aquí”.
Nueva obra, nuevos pretextos, nuevos títulos: “Raíces con aire II, III y IV”, tres grandes piezas, de pie, con huecos y cortes que dinamizan esa especie de planta vegetal que surge de la tierra como “Raíces al aire”, 2011, en una figuración que mi comentario, a mi entender, minimiza la grandeza del intento.
Gran trabajador, el escultor agranda la medida de la sección de sus hierros, aumentando, por consiguiente, el esfuerzo y la adaptación del concepto. Es el tema de la cruz el que aparee después de “Compartida”, y “Asamblea y ausencia”, de su producción de 2011, dos piezas que preceden a la experiencia mística inmediata. “Él, su cruz”, 2011, es una obra única y multiplicada en pequeño por el autor. Desde su credo protestante, el escultor entra en el símbolo enfatizando su misterio, su dibujo, su significado. Con un simple trueque de perspectiva, y acoplando al plano central una nueva y genuflexa curva, logra, con gran sencillez, la comunicación querida, has llegar a la apoteosis con “Cruz abierta”, 2011, doble módulo que recorta en el espacio la cruz, no con la materia modelada, sino con los huecos que crean sus aproximaciones.
En las últimas obras realizadas en el – como vemos - reciente y magnífico 2011, el escultor descompone los elementos. Ahora los reúne en el suelo pedregoso de su ámbito o en el perfecto círculo de cemento de sus pedestales. La obra adquiere una sujeta libertad, donde casuales ordenaciones pueden darnos también nuevos significados controlados y precisos. “El animoso soñador”, 2011, y, sobre todo, “Dos horizontes”, 2011 también, son vivos ejemplos de lo dicho. “Dos horizontes” es, a mi entender, una pieza magistral, definitiva. La fuerza que emana de ella es proporcional a su delicadeza; su ritmo es firme y, a la vez, voluptuoso; su cartesiano ancestro, su impresión inmediata, son de una doméstica o domesticada verdad.
Llegamos al fin a la palabra que aúna y define las obras expuestas: la VERDAD. Sí, es el fruto de un rigor, una disciplina, una moral artística que, paralela al conocimiento técnico en constante estudio e investigación, son el efecto-causa, natural, limpio, resultante de un PROYECTO escultórico que solo hombres del talante, preparación y constancia de Perry Oliver pueden llevar a cabo.
Disfrutar de obras de arte nacidas de la verdad individual de un gran artista – quizás sea por eso - trasciende hasta el punto que su contemplación nos hace mejores.
Eugenio Chicano, Málaga, 2012.
Perry Oliver - Modernidad y Tradición
Esta novedosa exposición de Oliver nos plantea una nueva manera de ver su obra dentro de una tradición que la vincula a otras maneras de ver el arte. En su ya larga trayectoria de escultor, que inició en el año 1999 después de treinta años de dedicación al grabado, arte en el que obtuvo todos los premios y honores acordes con la altísima calidad de su obra, estábamos habituados a ver su obra dentro de los parámetro de un arte abstracto, si bien se detecta un teatro simbólico como reflejo de las relaciones humanas: la soledad de una figura, el diálogo o tensión entre las formas que comparten un espacio como si de seres humanos se tratara, la curva y el ángulo que se combinan para crear una tensión sexual, pero todo esto dentro de un estricto vocabulario no figurativo.
Modernizar no consiste en hacer algo completamente nuevo, es traer algo que ya existía y presentarlo en un idioma contemporáneo. T.S. Elliot, el poeta americano que vivió en Londres y que creó la poesía moderna en habla Inglesa, decía que el artista debe ser consciente de la tradición porque lo que el artista hace es un reflejo de la tradición y al mismo tiempo afecta la manera como vemos ese pasado. Cada nueva obra está ligada a un pasado y a la vez hace que veamos ese pasado de otra manera. Con su serie de 17 esculturas en hierro que se refieren a la cruz e incluso llegan a la procesión, con referencia a la Semana Santa y sus profundas raíces en España, en este caso aún más a la tradición andaluza, Oliver nos presenta esa tradición en un vocabulario moderno. Haciendo uso del minimalismo, de un vocabulario libre de anécdotas, de sangre y de heridas, nos hace ver la procesión de siempre y su significado simbólico. Sus esculturas, aún las más pequeñas, cobran un aire de monumentalidad y permiten al espectador recrear en un lenguaje no figurativo la tradición que siempre ha estado ahí.
En la presente exposición es relevante la manera en que la instalación hace que el espectador se confronte con dos procesiones y un grupo de figuras apartadas del desfile. En la planta baja las esculturas tituladas: “La cruz de la pareja perfecta”, “Hacia cruz”, la pareja que conforman “La cruz abierta”, y las “Cruces laterales” forman un crescendo que sigue con “Él, su cruz”, dramáticamente tumbado y culmina en una procesión con la vertical y dramática “Ella su cruz”, alta y erguida sobre fondos blancos. En la escenificación presentada en la primera planta el artista nos presenta una secuencia de cuatro esculturas con el nombre de “Él su cruz”, todas de una altura promedio de medio metro que culminan en una escultura que ofrece un contraste dramático, ya que es alta y esbelta de un metro sesenta y cuatro centímetro de alta y que lleva el nombre de “Ella, su cruz”. Además el artista nos presenta un grupo de otras esculturas de tamaños relativamente pequeños que se asemejan más a un grupo de observadores un tanto perplejo.
Es importante tener en cuenta que todas estas esculturas de Oliver involucradas en este montaje teatral y exigente son de hierro pintado, ya que el artista en su escultura también ha hecho uso del color, en su caso una referencia al color que usaba en sus grabados y que hace más potente la coherencia de su arte y estética desde sus comienzos. Y por lo consiguiente como obras individuales, inclusive separadas del montaje en que las vemos hoy, tienen su potencia individual y su logro como seres independientes llenos de armonía, equilibrio y color.
Aníbal Alfaro.
Cruces de Perry Oliver (y de Stanley Spencer)
por Mario Virgilio Montañez
http://pan-para-hoy.blogspot.com/2012/01/cruces-de-perry-oliver-y-de-stanley.html
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